domingo, 28 de junio de 2009

EL PODER DE LA PALABRA


Todos los días y en todo momento conversamos con nosotros mismos, nos preguntamos y respondemos, porque permanentemente tenemos que tomar decisiones, evaluando lo que vamos a decir y hacer, y la respuesta nos la dará nuestro cerebro, de acuerdo a lo que hayamos almacenado en nuestra memoria, y entre la variedad de respuestas, elegirá la más correcta para nosotros en ese momento. Por ello la pregunta que formulamos tiene que ser la más pertinente, para que la respuesta sea la más idónea. El cerebro lo primero que hace es buscar experiencias anteriores similares o adecuadas, y si no hubiera, entonces encontrará otra información que se vincule, como expresiones de nosotros mismos o de otras personas, también lo que hayamos leído, escuchado, visto. Luego, basado en toda esta información, es que damos nuestra mejor respuesta, sea correcta o incorrecta.

Por allí escucharemos, una vocecita que nos dijo alguien: “te lo dije”, si no hubieras hecho tal cosa, no te hubiera sucedido aquello, u otra frase: “si no sabes para que te metes”, con lo cual, en vez de sentirnos mejor, nos hará sentir peor de lo que estuvimos antes de preguntarnos lo que queríamos saber. Y por lo general la respuesta inconsciente que tenemos: “esto te pasa porque no tenemos la suficiente inteligencia o valía” o “no servimos para nada”.

Por lo tanto, la pregunta que uno realice, siempre tiene que ser en positivo, optimistas, triunfadoras, ganadoras. Así por ejemplo, hay algo que siempre nos ocurre, y que se ha instaurado en nosotros, el cual es ver siempre la parte buena de las cosas, inclusive de las situaciones adversas, y la pregunta automática que me hago: ¿qué experiencia o enseñanza puedo aprender de este tropiezo?, ¿Seguro que de este revés debe haber algunas oportunidades que me beneficien?. Recuerdo unas frases de Ernest Hemignway: “La vida nos rompe a todos, pero nos hace más fuerte en las partes rotas”, la cual transformaría: ¿como hago para que este golpe me haga más fuerte y me cree una mejora en mi calidad de vida?. Es digno mencionar en este punto la parábola denominada: “Todos tenemos grietas”, que transcribimos a continuación:

“Un cargador de agua de la India tenia dos grandes vasijas que colgaba a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros”.
“Una de las vasijas tenia varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenia la mitad del agua”.
“Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabia perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación”.
“Después de dos años, la tinaja quebrada le hablo al aguador así, diciéndole:”
“Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas solo puedes entregar la mitad de mi carga y solo obtienes la mitad del valor que deberías recibir”.
“El aguador, le dijo compasivamente: "Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino”.
“Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo largo, pero de todos modos se sentía apenada porque al final, solo quedaba dentro de si la mitad del agua que debía llevar”.
“El aguador le dijo entonces “Te diste cuenta de que las flores solo crecen en tu lado del camino”. Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo de camino por donde vas y todos los días las has regado y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Maestro”.
“Si no fueras exactamente como eres, con todo y tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza”.
“Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados”.

De la misma forma David Fischman en: “El Camino del Líder”, hace la siguiente historia, relativa al “Poder de la Palabra”:

“Cuentan que un maestro oriental estaba en la casa de una familia recitando una oración a un niño enfermo. Un amigo de la familia que observaba se le acercó al final de la oración y le dijo: “Dígales la verdad: unas palabras no van a curar a este niño; no lo engañe”. El maestro se volvió, lo insultó y le contestó gritando que no se metiera en el asunto. Este maltrato verbal sorprendió muchísimo al amigo de la familia, pues los maestros orientales nunca se alteran. Después se sonrojó, se alteró y empezó a sudar profusamente. Entonces el maestro lo miró con amor y le dijo: “Si unas palabras de ponen rojo, te alteran y te hacen sudar, “¿por qué no pueden tener el poder de curar?”.

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