sábado, 13 de junio de 2009

LA AUTENTICIDAD DE LA LEY DEL EQUILIBRIO


Toda acción tiene su reacción, y en esta vida nada se queda sin pagar, lo bueno o lo malo siempre tiene su premio o su consecuencia; a esta Ley algunos lo llaman la Ley de la Causa y el Efecto, en nuestro caso, lo llamamos la Ley del Equilibrio; su funcionamiento lógico o racional, lo desconocemos, lo que sabemos es que funciona, que es como el viento que lo sentimos, sabemos de su existencia, no lo podemos tocar, nos golpea la cara o nos acaricia, pero no lo podemos ver, solo sabemos de su existencia, y sabemos que está allí.

Otro ejemplo práctico, tendríamos, si tu pared tiene humedad, es porque hay filtraciones de agua en un lado, que hace que se humedezcan tus paredes; en otras palabras, de las consecuencias, podemos saber cual fue o cuales fueron las causas; de la misma forma, si creamos determinadas causas, podremos imaginarnos cuales serán las consecuencias, que estas causas acarrearán, en el mismo ejemplo anterior, si echamos agua a la pared, inevitablemente se humedecerán, es inevitable, es el resultado natural de lo que lo origina.

En la Ley del Equilibrio no hay dos personas, solo somos nosotros en ambas partes del columpio, que todo lo que hagamos en la vida, sea bueno o malo, se nos devuelve en forma multiplicada, que puede ser de la persona a quien le hicimos el bien o el mal, o de otra persona; lo que sabemos que toda deuda queda saldada, de alguna forma misteriosa, que no la podemos conceptualizar. Nosotros creamos nuestra propia fortuna o infortunio, con nuestras acciones que realizamos día a día. Si queremos tener fortuna y felicidad en nuestra vida lo único que tenemos que hacer es hacer el bien sin mirar a quien, y evitar todo acto negativo o que perjudique a nuestro prójimo, pues si lo hacemos esto se nos devolverá en forma multiplicada.

Recordemos que todo lo que le entreguemos a la vida, sea bueno o malo, se nos devolverá en la misma forma, tal como lo señala en su historia de “El Rey y el Mendigo”, Julie Pauline:

“En unas tierras lejanas, existía un Rey muy sabio y bondadoso; cierto día el rey había salido a pasear por los jardines de su castillo, pero para su sorpresa, junto al camino estaba un mendigo que clamaba a fuerte voz misericordia, ya que tenía días sin comer y no poseía dinero para comprar. El rey movido a misericordia se acercó a auxiliar a aquel mendigo, pero sabiamente le preguntó, qué tenía él para ofrecerle a su rey; el mendigo sorprendido notó que cargaba un saco de mazorcas que había recogido en el campo, y solamente sacó dos mazorcas de todas las que tenía, para dárselas al rey, pues pensaba que este no tendría necesidad de sus dádivas, pues era un rey y vivía cómodamente en el palacio, saciándose de los mejores manjares”.
“El Rey ante la actitud miserable del mendigo y para darle una lección por ser tan duro de corazón, mandó a sus sirvientes que le trajesen un saco de monedas de oro e igualmente sacó sólo dos monedas de oro y se las dio al mendigo”.
“La moraleja de esta historia nos hace reflexionar. “Si el mendigo le hubiese dado, mas mazorcas ò todo el saco de mazorcas al rey, hubiese recibido de la misma manera, mas monedas de oro ò todo el saco de monedas”.
“Así, nos pasa muchas veces (…) nos duele sacar dádivas (…), y sólo damos “pequeñeces”, (…) y luego nos quejamos porque lo que nosotros recibimos no nos alcanza para nada, y terminamos insatisfechos (…); pero no debemos olvidar nunca (…) regla de oro (…): “Dad y se os dará”.(…)
“Por esto os digo: el que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad (…)”
“Dad, y os será dado; medida buena, apretada, remecida y rebosante, vaciarán en vuestro regazo. Porque con la medida con que midáis, se os volverá a medir (…)
Reflexión enviada por Julie Pauline”.

A veces uno se pregunta como es posible que determinada persona tenga tanta fortuna si estaba en la misma situación que nosotros, téngalo por seguro que practicó la Ley del Equilibrio, creó su propia causa positiva, para un determinado efecto positivo. Recordemos que esta Ley se aplica para todo hecho de nuestra vida, por ejemplo si estudiamos permanentemente conscientemente, es probable que tengamos buenas calificaciones; al contrario, si estudiamos solo para los exámenes es posible que no tengamos excelentes resultados, como puede apreciarse creamos nuestro propio efecto; igualmente, si trabajamos sin cesar, sin darle descanso a nuestro organismo, es probable que nos enfermemos, producto de este accionar inadecuado.

Sin embargo, estos infortunios tienen solución, empezando por limpiar nuestra mente y no haciendo comentarios negativos a nosotros mismos, sino todo lo contrario, repetir frases positivas y nuestro diálogo interno sea optimista y fructífero. Esto significa cambiar la causa, para que cambie el efecto, o sembrar diferente, para que la cosecha sea distinta, bien reza el dicho: “siembra vientos y cosecharás tempestades”. Realicemos ahora un resumen de cómo cambiar la causa que los origina, para modificar el efecto, y nos ofrezca el efecto deseado:

• Pongámonos a meditar unos minutos de nuestro tiempo, recapitulemos que hacemos diariamente, como lo hacemos, a donde vamos, como actuamos y los resultados que con ello conseguimos.
• Luego identifiquemos cual es nuestra misión en la vida, cual es la visión que deseamos tener de nosotros mismos al año, a los 5 años, a los 10 años; esta visión tiene que ser clara.
• Tracemos diáfanamente cuales son las metas y objetivos que queremos conseguir, y cuales son las consecuencias de nuestro nuevo modo de actuar, modificando nuestra conducta donde creemos que estamos fallando, corrigiendo los errores.
• Que tenemos que hacer nosotros de ahora en adelante para que el efecto cambie. Toma un papel y escribe cual va a hacer tu nuevo modo de pensar y actuar.
• Por último, medita cual va a ser nuestro accionar, paso a paso, de ahora en adelante, empezando hoy mismo. Cuales van a ser las nuevas causas y que efecto concreto vamos a crear. Y recordemos siempre que: “la caminata del millón de pasos empieza con el primer paso”.

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